Buenas tardes. Sábado, fin de semana, y hora de hablar de música, en concreto, de música clásica, y más en concreto todavía, sobre guitarras románticas. Este artículo, o mejor dicho, el conocimiento de la obra que traigo para este artículo, para esta semana, se lo debo a una persona a la que aprecio mucho y que durante cuatro años fue mi profesor de música en el instituto y que hoy es mi alumno de piano.
Francisco Tárrega, músico de Villareal, compositor excelente y guitarrista de la segunda mitad del siglo XIX, Romanticismo en toda regla, mezclado con nacionalismos, al cual le debemos este legado musical, es el compositor que escribió, con un talento impresionante, el Capricho árabe para guitarra romántica.
La guitarra romántica, a diferencia de la clásica, era más grande, más pesada y, en consecuencia, más difícil de manejar en cuanto a posturas. La persona que me reveló a este compositor me explicó que la guitarra es un instrumento mucho más romántico que el piano, mucho más intimista, a la que se puede querer como a una novia, porque la interpretación de una obra para guitarra conlleva tener este instrumento entre tus brazos, agarrado, como si de un baile lento y pegado se tratase. De esa manera se sienten las vibraciones del sonido directamente en nuestro pecho, lo cual proporciona un placer nuevo, diferente al del piano, que nos afecta a los dedos y en ellos notamos las vibraciones de la música (también una sensación placentera). Por eso, quizá, el guitarrista pueda sentir la música de una manera distinta al pianista, más cercana y más suya, tratándose, por supuesto, de obras compuestas y pensadas para la ejecución de ese instrumento.