De nuevo nos volvemos a ver, o mejor dicho, a leer en los artículos del sábado en Gran Música. Hoy, como todos los sábados, toca hablar de música clásica –con el matiz que ya expliqué en artículos anteriores sobre la designación de música clásica–. Para el artículo de este sábado he decidido escoger una obra bastante curiosa y muy, pero que muy difícil. Se trata, como ya anuncia el título, de la Sugestión diabólica del compositor contemporáneo Sergei Porkofiev.
No sé las dotes que tendrán los que lean estos artículos sobre música, pero aviso desde ya que la música de Prokofiev, como la de todos sus coetáneos, ya no es como la de Mozart ni la de Beethoven, ni siquiera como la de Chopin y Rachmáninov. El estilo, en general, de la música contemporánea es ya muy distinto al de la música clásica y romántica. Se caracteriza, entre otras cosas, por la utilización de tonalidades muy complejas, con mezclas de modos y de tonos dentro de una misma tonalidad. Algunas obras incluso se escriben sin tonalidad, como vulgarmente se conocería como “a lo que suene”. Parece, en efecto, que el pianista para componer utiliza sus manos como martillos y lo que hace es golpear las teclas para ver qué es lo que suena, lo cual parece que no tiene arte, pero realmente resulta más difícil tocar bien una obra contemporánea, de ésas de los martillazos, sin hacerse daño en los brazos, que tocar una sonata clásica, donde lo que más nos preocupa es el sonido y en la que la técnica de los brazos no es tan importante a la hora de poder hacernos daño. Es por eso que la música de Prokofiev, que se limita muchas veces a dar golpes en el teclado, pueda parecer extraña, e incluso fea, a oídos de muchos, sobre todo –como dije más arriba– de aquellos que no conozcan las características musicales de este período.
La obra que recomiendo hoy es, cuanto menos, difícil de ejecutar. Sólo tendrán que ver la forma de tocar del pianista que la interpreta, Ron Regev, una eminencia. Recuerdo las palabras de un profesor de piano que tuve hace unos años, pocos. Decía éste que para lucirse ante cualquier espectador, podía tocar esta obra, porque daba muestra de dominar los golpes contra un piano. Piensen los lectores en lo que sería llevarse tres minutos pegando puñetazos a un madero. Tendrían el mismo efecto, más o menos, que cuando se toca el piano a fuerza bruta, sin técnica, y más si se intenta tocar este tipo de obras. Por eso, digo que la técnica del pianista que interpreta esta obra es tan exquisita que se puede ver como si estuviese acariciando las teclas, pero realmente no es lo que está haciendo –fíjense en la dureza del sonido de la pieza musical, no puede ser debida a que se acaricien las teclas–.
Nada más que decir, espero que disfruten de la música. Si le cogen el gusto, Prokofiev puede hacerles muy buena compañía. Nos vemos la semana que viene.
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Me gusta mucho cuando hablas sobre dominar los golpes contra un piano y me gusta mucho escuchar la interpretación de Élider DiPaula.
http://www.youtube.com/watch?v=AVDPcS4r0M4