Hoy vamos a hablar, dentro de nuestra sección destinada todos los sábados a la música clásica en general –y al piano en particular, normalmente–, de uno de los grandes compositores de finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. El gran pianista, una persona que tenía una mano enorme y una capacidad para componer increíble, reflejando en su música todas las desgracias que le tocó vivir, que fueron muchas, tiene por nombre Sergéi y por apellido el de todos conocido: Rajmáninov. Puede llamarse al compositor de diferentes maneras, diferentes transcripciones del ruso al castellano de su apellido y de su nombre, como Sergey o Serge, o como Rachmaninoff o Rachmaninov, pero en definitiva no importa cómo se le llame, siempre que se le reconozca, y por su estilo se le reconoce. Ese estilo desgarrado, siempre triste, de carácter fuerte y melancólico, es única y exclusivamente producto de su forma de componer.
La obra que vamos a ver esta semana es un preludio, uno de los muchos que compuso. Es el Preludio en sol sostenido menor para piano, una obra increíblemente difícil y bonita, gran combinación desde el punto de vista pianístico y caprichoso de preferencia romántica.