Con este artículo si vamos ya puntuales con lo establecido desde un principio, todo puede volver, pues, a la normalidad. Pero hay algo de anormalidad en escuchar música, en «escuchar» el cine, en recordar momentos vividos junto a la gran pantalla. Aunque yo no puedo decir mucho eso de recordar momentos en el cine, porque la película cuya música vamos a escuchar hoy no la he visto nunca entera, ciertos problemas relacionados con el francés y con la experiencia del instituto durante la secundaria me llevaron a rechazar esta película –no por su contenido ni por nada relacionado a la obra, que, sin duda, será excelente, según lo que he oído por todas partes–. Pero sí puedo expresar alguna opinión acerca de la música, porque me ha parecido bastante interesante.
Vamos a hablar de la quinta entrega de nuestras Bandas Sonoras del cine, y también como la Quinta de Beethoven –perdonen la relación, pero ya puestos a haber mencionado una obra maestra en el artículo sobre rock, también menciono otra en este, ya que tengo la ocasión–, habrá de impresionar. A mí me ha impresionado. No digo con esto que la música sea tan excelente, tan exquisita que a oídos de todos vaya a causar un formidable efecto emotivo, no digo eso, pero de una u otra manera me ha impresionado la banda sonora de esta película, al menos el tema del que hablo, para ser más precisos. El Vals de Amélie, que es como se titula esta pieza, compuesta por Yann Tiersen, es la obra que vamos a escuchar esta semana como recomendación de Banda Sonora.
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